Avanzar en el tiempo a octubre 2015.
Recorrido de Chiconquiaco a Actopan
Hace unas semanas fui con el grupo de Physis Ciclovida AC a un recorrido desde Chiconquiaco, al norte de Naolinco, hasta Actopan. Son entre 70 y 80 Km de caminos pavimentados, de grava, tierra y muchos paisajes y entornos diferentes.
Mi bici es una de montaña sin suspensión, convertida a manubrio de ruta, pues el manubrio recto me lastima las manos. Traía una bolsa grande debajo del sillín con comida, agua, herramientas, etc., y un estuche para cámara fotográfica en el manubrio.
Llegamos más tarde de lo ideal de Xalapa a Chiconquiaco en tres camionetas pick-up, nos estacionamos frente a la iglesia y descargamos las bicis. Cada quién ajustó lo que tenía que ajustar y cada quién le dio el primer ataque al desayuno que traía.
Yo traía un sandwich "desarmado". Para que el pan no se humedeciera se me ocurrió llevarlo entero y luego salchichas, jitomate y queso por separado. En Chiconquiaco iba a ser algo engorroso ponerse a armar el sandwich, entonces nada más mordí un poco del pan, me comí una salchicha y dejé el queso y el jitomate para más tarde.
Chiconquiaco está a unos 2060 msnm. Salimos de la iglesia rumbo al norte, en dirección a Misantla, sobre la misma carretera por la que llegamos. Es un pequeño descenso hasta el primer entronque con la carreterita que va a El Huérfano y otras poblaciones, hacia el este. En el entronque, a 1870 msnm, empezó la diversión.
Una buena parte de este tramo es de subidas y bajadas por la montaña; los paisajes son realmente espectaculares. Yo iba feliz; bien descansado, con energía, contento de ver que aunque traía bastante peso (comida, herramientas, cámara fotográfica) no iba hasta atrás del grupo. Hice varias paradas breves para tomar fotos. Esta carretera no estaba en OpenStreetMap, entonces grabé unos cuantos puntos con el GPS del teléfono, en vez de la ruta completa, para que no se me terminara la batería.
Desde el primer entronque, la carretera es estrecha y no hay autos. Va bordeando la montaña. Se ven grandes valles, poblaciones a lo lejos, granjitas, vacas, borregos, cabras... una parte aislada de un Veracruz que no conozco. Es como asomarse a un fractal y descubrir que hay todo un mundo ahí.
Hay puntos especiales en el camino en que el paisaje nos obligó a detenernos a contemplarlo. Curvas cerradas donde si uno se detiene, puede ver todo el valle y las montañas a lo lejos. Hasta una cascadita.
Después de las subidas y bajadas hay un descenso vertiginoso a Los Naranjos, a 1300 msnm. En algún punto el camino deja de estar pavimentado y comienza una gravilla que hace el descenso emocionante. Varias personas comentaron lo fácil que sería salirse de una curva si uno no calcula bien el frenado.
De Los Naranjos (1300 msnm) a El Huérfano (1620 msnm) es un ascenso relativamente corto, pero empinado y difícil. El camino es de una especie de ceniza, o tierra muy fina, con pedazos de grava, y las llantas no tienen buena tracción. Casi todos tuvimos que caminarlo. En algunos puntos del camino hay cuevitas de donde sale agua fresca y limpia, ideal para remojar un paliacate y refrescarse a la cabeza. Me empezó a preocupar la situación del agua; ya casi me había terminado mis dos botellas grandes y no estaba seguro de cuánto tiempo faltaría para poder reabastecernos.
En las partes más bajas del camino hubo varios desperfectos mecánicos. La grava entre la tierra causa vibración y lo que se puede descomponer se descompone. Alguien traía un desviador chueco. Yo me detuve a ayudar con ese desviador y a ajustar mis frenos; eso de jalar las palancas para frenar todo el tiempo es cansado y quería las gomas más cerca del rin.
Por fin, nos detuvimos a descansar y comer en El Huérfano. Todos entramos a una tienda que está casi enfrente de la iglesia. Me reabastecí de agua y compré una piña, la cual me devoré entera. Decidí dejar el resto de los materiales de mi sandwich para más tarde, lo cual fue un error...
De El Huérfano (1620 msnm) seguimos a El Escalanar (1350 msnm), con un descenso muy rápido en la misma tierra fina y grava. Hubo varias ponchaduras y a mí me tocó en la llanta delantera; seguramente fue un golpe que sentí con una piedra y que debió comprimir la llanta hasta perforar la cámara.
Aquí comenzaron mis problemas. Traía una cámara extra y la cambié por la agujereada, pero con la bomba que traía no conseguí inflarla. Es una bomba de mano muy pequeña — Topeak RaceRocket HP — que compré precisamente por compacta y ligera. No fue sino hasta esta ponchadura que me cayó el veinte: es una bomba para bicis de ruta con llantas delgadas, no para llantas de montaña. Hasta ese momento no había tenido ninguna ponchadura con las llantas que traigo; aunque había usado esa bomba de mano para ajustar la presión de las llantas, nunca las había inflado con ella desde cero.
Después de mucho bombear sentí que no acababa y comencé a sospechar que mi cámara extra estaba ponchada. Los compañeros amablemente detuvieron a una pick-up que pasaba y que me dio un aventón hasta El Escalanar. Ahí me bajé y me puse a inflar otra vez. Un compañero muy amablemente me regaló una cámara nueva e hice el recambio otra vez. Me prestó su bomba, más grande que la mía, y con esa sí pude inflar la llanta. Pero tanto bombear en vano me dejó los brazos agotados.
De El Escalanar sigue un ascenso largo, pesado y muy hermoso sobre gravilla fina y de color rojo, en medio de granjas y más adelante en medio del bosque. Es un camino rojo que cruje suavemente, rodeado de verde. Tuve que caminar buena parte del principio de ese camino. No pensé bien en ese momento; según yo estaba agotado por inflar llantas. Pensé en que tal vez traía demasiado peso — agua, cámara fotográfica, herramientas. Pensé que tal vez ya no tenía suficiente aguante. Pero, en realidad, me faltaba comida. Por no desperdiciar, me comí las salchichas que me quedaban, el queso y un jitomate... y unos minutos más tarde, como por arte de magia, me regresó la energía. ¡Me faltaba proteína! Todo el camino lo había hecho con fruta y agua, pero nada de proteína.
Después de comer, ya con la energía repuesta, pude volver a pedalear y terminé el ascenso. Hubiera sido lindo poderlo pedalear por completo; así aprenderé a comer mejor y más a menudo.
La montaña sube hasta unos 1750 msnm. Menos de 1 Km antes de la cima del camino comenzó un fuerte viento de cara, como si la montaña me estuviera poniendo a prueba. Le dije, "¿de verdad?". Pero luego comenzó el descenso, largo y veloz, hasta Madroño (1300 msnm). Le di gracias a la montaña al comenzar el descenso y me respondió bien, con la misma gravilla fina y compacta en la que es delicioso andar. Es la primera vez que de verdad siento que subí y bajé una montaña, y hacerlo por el bosque es maravilloso.
Para entonces el grupo ya estaba muy separado. Con la ponchadura me había quedado hasta atrás, pero al llegar a Madroño ya había alcanzado a la retaguardia y me pude dar el lujo de esperarlos en una tiendita en un entronque. Qué bien sabe una Coca Cola con cacahuates cuando el cuerpo pide glucosa y algo para refrescarse. Me preocupó un poco oir comentarios de que nadie estaba seguro si todos llegarían a Madroño o si alguien se había quedado varado atrás.
De Madroño proseguimos rumbo a La Reforma. Es un descenso muy largo hasta 690 msnm. El camino es bastante recto, pero es de grava irregular y puntiaguda — aun con llantas anchas, muchos nos quejamos de cómo se cansan las manos de tanto frenar y de sostener con firmeza el manubrio. De vez en cuando pasábamos junto a unas lagunitas que se veían muy atractivas; incluso había gente bañándose en algunas de ellas. Pero no, había que proseguir hasta La Reforma.
La verdad, hubiera podido prescindir de este tramo. Uno va tan concentrado en evitar lo más irregular de la grava, que no se puede uno fijar en el paisaje y los alrededores.
Al llegar a La Reforma, todo el grupo se reunió en un parque junto a una tiendita. Más abastecimiento de líquidos y botanas. Me decepcionó no tener señal para el teléfono; me hubiera gustado poder hablarle a mi esposa y decirle que estaba bien.
De La Reforma, afortunadamente, sale un camino pavimentado, en buen estado, que desciende poco a poco hasta el Río Cempoala y lo cruza a 240 msnm. Aquí sí pude correr a gusto; es el tipo de camino y pendiente ideales para ponerse en la multiplicación más alta y darle a placer o dejar que la bici ruede sola. Como ya estaba cayendo la tarde, el sol no estaba tan abrasador como en la mañana. Después de la grava infernal, este tramo pavimentado resultó delicioso.
Después de cruzar el río hay un pequeño ascenso hasta el entronque con la carretera que va a Actopan (250 msnm). Ahí, después de dar una pequeña vuelta por el pueblo, llegamos a un restaurante de mariscos que está casi junto a la Casa de la Cultura. Pedí una cerveza, un agua de tamarindo y un caldo de pescado, que me supieron a gloria.
De ahí volvimos a cargar las bicis en las camionetas y emprendimos el regreso a Xalapa.
En este recorrido aprendí que no hay que ir con equipo que uno no ha puesto a prueba — si hubiera sabido que la bomba de mano no iba a servir para mi tipo de llantas, me hubiera ahorrado mucho agotamiento. También aprendí que tengo que comer más variado durante un recorrido largo; no lo puedo hacer sólo con fruta y agua.
Estoy muy, muy agradecido con la persona que me regaló una cámara de recambio y que me prestó su bomba para inflar. No hubiera podido continuar el trayecto sin su ayuda.
También aprendí que hay muchas, muchísimas partes de Veracruz y de todo el país de las que uno no tiene ni la menor idea. Partes que están realmente lejos de cualquier carretera importante. Me recordó lo que escribe Jane Jacobs sobre los pueblos lejanos vs. las ciudades, y me dieron ganas de volver a leerlo.
He estado haciendo el mapa de las partes que recorrimos en OpenStreetMap. Es lindo ver la foto de satélite, trazar la carretera, y acordarse de los puntos especiales que vi. Ojalá que un día pueda quedar un buen mapa, detallado y útil, para ciclistas y todo el mundo.
Retroceder en el tiempo a julio 2015.
Federico Mena-Quintero <federico@gnome.org> mar 2015/sep/15 18:37:31 CDT